martes, 19 de marzo de 2013

LA GRAN ESTAFA DEL SIDA













http://youtu.be/fNI40hCZoRM





Stefan Lanka es un virólogo alemán de 32 años de edad que disiente completamente de la versión oficial sobre el SIDA, ya que niega la existencia del virus VIH, el presunto causante de la enfermedad.


Lanka, molecular y en virología por la Universidad de Constanza sostiene que el virus en cuestión nunca ha sido aislado, que los tests que se utilizan para detectar los seropositivos se han elaborado a partir de una errónea y que los tratamientos que se aplican a los enfermos son un veneno. El doctor Lanka tiene, en el Estado español, el apoyo de la asociación C.O.B.R.A.

-¿Cual es su teoria sobre el SIDA?

-«Al final de los años 70, surgieron gritos de alarma sobre diversas enfermedades ligadas a la forma de vida de una parte de los homosexuales. Algunos homosexuales sufrieron enfermedades muy importantes a causa de un uso excesivo de antibióticos como preventivos y del consumo de productos químicos como estimulantes sexuales. Todos ellos provocaban muchos efectos secundarios. El doctor Michael Gottlieb publicó un artículo donde se hablaba de cinco casos de jóvenes homosexuales que habían muerto por una pulmonia extraña. A partir de este artículo, la agencia EIS (Servicio de Información Epidemiológica) del CDC (Centro para el Control de Enfermedades) de Atlanta lanzó un conjunto de malas interpretaciones conceptuales que sirvieron de base para implantar el SIDA. Por ejemplo, presentaron estos jóvenes como sanos y esto era falso porque todos ellos habían sido tratados con sulfonamidas y habían consumido estimulantes. A esto, se sumó el interés por parte de muchos políticos de frenar el movimiento de liberación homosexual y de tapar los efectos de las sulfonamidas para evitar las denúncias contra los laboratorios reclamando grandes sumas de dinero».

-¿Como argumenta que el virus del SIDA no existe?

-«Un virus no es una entidad viva, no puede dividirse por sí misma sino que necesita estar dentro de una célula. Es una unidad muy estable y, por lo tanto, fácil de caracterizar, definir y aislar. El VIH no ha sido nunca aislado y las cuatro fotografías básicas para demostrar su existencia -el virus infectando células, el virus solo, sus proteínas y su ácido nucleico- no han sido nunca publicadas. Lo que se han presentado son fotografías de partículas intracelulares».

-¿Qué señalan, pues, los tests que se usan para saber si una persona es o no seropositiva?

-«La información que se ha utilizado para hacer los tests es errónea. Los tests buscan unos anticuerpos que aparecen ante unas proteínas determinadas y solamente aquellas personas que las hayan recibido del exterior o las hayan generado en una situación excepcional de estrés las generan. Esto explica porque en los homosexuales solamente aparecen en una minoría, aquellos que llevan una vida muy activa, tomando sulfonamidas y estimulantes».

-¿Los medicamentos que se suministran son efectivos?

-«Este es el gran drama, ya que el primer medicamento oficial contra el SIDA es el AZT Retrovir, un producto que se inventó en el año 1964 contra el cáncer. Resultó tan tóxico que no se llegó a aplicar a personas. Y ahora se aplica a todos los etiquetados de SIDA. Este medicamento es un veneno porque impide la división celular y, por lo tanto, es un producto que ataca la sangre y la médula ósea. Es inmunodepresor y en cambio se está suministrando para tratar una enfermedad que se llama síndrome de inmunodeficiencia».

-¿Si el virus del SIDA no existe, cual es el origen de la enfermedad?

-«Las enfermedades que originalmente se pusieron bajo el nombre de SIDA eran aquellas que aparecen en grupos minoritarios de la población, que tenían una vida muy destructiva y que tenían graves problemas de salud. Desde el 1981 hasta el 1983, fueron la pneumonía y el sarcoma de Kaposi las que permitieron poner la etiqueta de SIDA. En 1983 se amplió a doce enfermedades; el 1985, con seis; el 1987, con ocho y el 1993 con tres más. Ahora hay 29 enfermedades, todas ellas existentes antes del 1981, metidas dentro del saco».

-¿Así, de qué mueren las personas si el VIH no existe?

-«Las personas que han sido etiquetadas con el SIDA se están muriendo de miedo, de problemas psicológicos y emotivos y por los tratamientos que siguen. Las cifras de los muertos por el SIDA están hinchadas, porque se incluyen aquellos que mueren de las 29 enfermedades nombradas».

-¿Y si es verdad que es un montaje, porqué se ha construido? -

-«Por un lado, para tener controlado el movimiento de liberación homosexual y eliminarlo. El papel que antiguamente había jugado la Iglesia para tener atemorizada la población ahora lo juega el SIDA. Además, existe todo un negocio alrededor del SIDA, multinacionales farmacéuticas que ganan dinero gracias a ello».

-¿Qué diria a las personas presuntamente infectadas?

-«Que no tienen una enfermedad mortal y prevenirlas contra los medicamentos stándart. Existen enfermos terminales que se pueden recuperar si dejan de tomarlos y entran en una dinámica de optimismo y de tratamientos no agresivos. Existen tratamientos de tipo natural que podrían dar buenos resultados si se aboliese la sentencia de muerte que existe alrededor del SIDA».

Lista de enfermedades y situaciones oficialmente definitorias de SIDA

Las 12 enfermedades que originalmente caracterizaban el SIDA, establecidas en 1983 (ninguna de las que se exponen a continuación requerían que la persona fuera seropositiva para catalogarse como SIDA):

Neumonía por Pneumocystis carinii (1983).

Sarcoma de Kaposi (1983).

Toxoplasmosis, provocando neumonía, del SNC o del cerebro (1983).

Estrongiloidosis, neumonía o del sistema nervioso central (1983).

Aspergilosis (1983).

Criptococosis, pulmonar, del SNC, y diseminada (1983).

Candidiasis, esofágica (1983).

Criptoesporidiosis, intestinal crónica (1983).

Citomegalovirus, pulmonar, del IG, y del SNC (1983).

Herpes simple, infección mucocutánea crónica, pulmonar, del IG, diseminado (1983).

Leucoencefalopatía multifocal progresiva, causada presumiblemente por virus Papova (1983).

Linfoma, primario, del cerebro (1983).



Las 7 enfermedades adicionales características del SIDA establecidas en 1985 (cada una de las expuestas a continuación requiere que la persona presente «anticuerpos del VIH» para catalogarse como SIDA):

Compleja de Micobacteria avium o M. kansasii diseminada o extrapolmunar (1985).

Histoplasmosis (1985).

Isosporiasis, intestinal crónica (1985).

Linfoma, de Burkitt (1985).

Linfoma, inmunoblástico (1985).

Candidiasis de los bronquios, tráquea, pulmones (1985).



Las 8 enfermedades adicionales características de SIDA establecidas en 1987 (cada una de las expuestas a continuación requiere que la persona tenga «anticuerpos del VIH» para catalogarse como SIDA):

Encefalopatía, demencia, relacionadas con el VIH (1987).

Tuberculosis por micobacteria emplazada en cualquier lugar (extrapulmonar) (1987).

Síndrome de consunción, relacionado con el VIH (1987).

Cocidiomicosis, diseminada o extrapulmonar (1987).

Criptococosis, extrapulmonar (1987).

Citomegalovirus, que no sea hígado, bazo o nódulos (1987).

Retinitis por citomegalovirus (1987).

Septicemia por salmonella, recurrente (1987).



Las 4 enfermedades adicionales y una no-enfermedad caracterizadas como SIDA establecidas en 1993 (cada una de las expuestas a continuación requiere que la persona presente «anticuerpos de VIH» para catalogarse como SIDA):

Neumonía bacteriana recurrente (1993).

Cáncer cervical (cuello del útero) invasivo (1993).

Tuberculosis micobacteriana en cualquier lugar (pulmonar) (1993).

Neumonía, recurrente (1993).

Si el recuento de células TCD4 resulta en menos de 200 células por microlitro o menos de 14% del nivel esperado (1993).



SIDA: las Hipótesis Alternativas

Javier Garrido

Apenas iniciada la década de los ochenta, el mundo fue testigo del nacimiento de un moderno icono del terror: el SIDA, siglas de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (en ingles AIDS, Acquired Immunodeficiency Syndrome). A la explosión de casos y muertes por esta enfermedad le siguió una explosión no menos epidémica de informaciones contradictorias, de tergiversaciones, de “interpretaciones”, de bulos y de opiniones sin fundamento. A medida que la investigación científica fue avanzando, el panorama comenzó a despejarse: se trataba de una enfermedad infecciosa, podía prevenirse, podía conseguirse un tratamiento y, eventualmente, una vacuna, la enfermedad es causada por un virus, y más concretamente, por un retrovirus. Todo esto, si bien no resultaba muy tranquilizador, al menos era comprensible.

El agente causal de la enfermedad fue descubierto en 1983, y tras una sonada polémica, paso a denominarse Virus de la Inmunodeficiencia Humana (mejor conocido por sus iniciales en ingles: HIV).

Pero, ¿es realmente el HIV la causa del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida? La mayor parte de las personas que tienen algún conocimiento acerca de la enfermedad no lo pondrán en duda, pero muy probablemente se verán en problemas si se les pregunta porque lo creen así. Y sin duda se sorprenderán si se les informa de que existe un grupo de disidentes (mas ruidoso que nutrido) que rechaza la “hipótesis” de que el HIV sea la causa del SIDA. Y que este grupo no está compuesto única ni fundamentalmente por los tradicionales alienados devotos de las “terapias alternativas”, sino que forman en sus filas unos cuantos personajes cuyas credenciales académicas previas son inatacables.



""La Historia Oficial""

En 1981 Michael Gottlieb publicó en el New England Journal of Medicine un informe sobre cuatro “hombres homosexuales previamente sanos” que contrajeron neumonía por Pneumocystis carinii, candidiasis en mucosas e infecciones virales múltiples (N Engl J Med 1981;305(24):1425-31). Ninguna de estas patologías era nueva, pero si el hecho de que se dieran en individuos sin una causa conocida de inmunosupresión. Ese mismo año se notó un desmedido incremento de casos de sarcoma de Kaposi en homosexuales.

El término Acquired Immunodeficiency Syndrome (AIDS o SIDA) fue empleado por primera vez en 1982, y ese mismo año se fundó en Nueva York la The Gay Mens Health Crisis. El número de fallecimientos por la nueva enfermedad ascendió brutalmente de 460 en 1982 a 21074 en 1988. En 1983 un equipo del Instituto Pasteur de Francia, dirigido por el Dr. Luc Montagnier, aísla un nuevo virus, al que identifica como LAV (Virus Asociado a Linfoadenopatía), al que considera presunto causante de la enfermedad. Un año más tarde, Robert Gallo proclama en rueda de prensa haber descubierto un retrovirus, al que denomina HTLV III (Virus Linfotrópico Humano III), que también presuntamente es el causante de la enfermedad. Al final, ambos virus resultan ser el mismo (Gallo había trabajado sobre muestras cedidas por el grupo de Montagnier), y se inicia una absurda querella sobre la primacía en el descubrimiento, zanjada salomonicamente por la Comisión Internacional de Taxonomía de Virus al rebautizar al recién llegado como Virus de la Inmunodeficiencia Humana (HIV), y reconociendo tanto a ambos investigadores como “codescubridores” (de paso, hubo también un tercer descubridor – Levi – que es muy raramente mencionado).

Indiferente a todas estas discusiones, la enfermedad continúa su avance. En 1985 se aprueba el primer test de anticuerpos para identificar la infección por HIV, y comienzan a estudiarse los productos sanguíneos en Estados Unidos y Japón. En 1987 la FDA autoriza el primer tratamiento para el SIDA, la zidovudina, mejor conocida como AZT (producida por la Burroughs–Wellcome). En 1991 la Organización Mundial de la Salud publica una estimación del número de infectados por HIV en el mundo: diez millones. En 1993 el CDC revisa la definición de caso de SIDA, y paralelamente el estudio europeo Concorde encuentra que la administración precoz de AZT no beneficia a los pacientes. Progresivamente van apareciendo nuevos tratamientos: en 1992 el ddC, en 1994 el d4T, en 1995 el saquinavir, en 1996 el indinavir. Una nueva estimación de 1997 da un total de 22.000.000 de seropositivos a nivel mundial.

Algunos investigadores suponen que el virus pasó de los simios a los humanos entre 1926 y 1946. El primer posible caso de lo que luego sería conocido como SIDA data de 1959 (en el Congo). El primer caso confirmado es el de un marino noruego, que falleció en 1976, a los 29 años de edad (BMJ 1997;315:1689-1691). Actualmente se reconocen dos diferentes virus, HIV–1 y HIV–2; del HIV–1 se distinguen dos grupos, el M y el O. Todos estos virus posiblemente se deriven del Virus de la Inmunodeficiencia de los Simios (SIV); de hecho, el HIV–2 tiene más características comunes con el SIV que con HIV–1.



La otra Historia

La conspiración en marcha, trabajando en la sombra. El HIV no es la causa del SIDA, y quizás ni siquiera existe. Los arquitectos de esta conjura son los retrovirólogos, con Robert Gallo a la cabeza, la Burroughs–Wellcome (luego Glaxo–Wellcome) y otras empresas farmacéuticas, David Rockefeller, George Bush, el NIH, los CDC y el EIS. El objetivo es obtener inmensas ganancias a partir de una enfermedad inexistente, vendiendo fármacos tóxicos, que matan a mediano plazo, bajo la mirada servicial o cómplice del “establishment” médico y científico. El AZT es SIDA “por prescripción”, igual que DDC, el saquinavir y todos los demás: se piensa que los pacientes mueren de SIDA, pero en realidad los mata el tratamiento. El HIV quizás fue diseñado en un laboratorio, para acabar con los homosexuales y con la población negra del África Central. El SIDA no lo provoca el HIV, lo provocan las “drogas recreativas” y las transfusiones. También lo provoca el trimetropim–sulfametoxasol, un antimicrobiano ampliamente usado a nivel mundial, y para esconder este hecho es que se inventó la “operación SIDA”. El HIV jamás ha sido aislado, ergo, no existe, es una pura invención de Gallo, igual que el HTLV I y los demás retrovirus (presuntamente el compinche del norteamericano fue Luc Montagnier, y la disputa entre ambos no pasó de ser una pura representación). El HIV, aunque no existe, es también un virus inofensivo. Nadie ha demostrado jamás la conexión SIDA–HIV. El SIDA no es otra cosa viejas enfermedades con un nuevo nombre. El SIDA no existe en África; los pacientes de esa “presunta” enfermedad que han muerto allí son un error estadístico o quizás agentes de los conspiradores. También son agentes de la confabulación varios millares de supuestos científicos del “establishment” que publican sus estudios en las revistas más acreditadas, pero que cada fin de mes pasan secretamente por la administración de la Wellcome a cobrar los dineros de Judas. Los supuestos artículos científicos de los supuestos investigadores en realidad son redactados por escritores profesionales en una bodega abandonada de la Glaxo–Wellcome. Pero he aquí que surgen los paladines, los justicieros, los nuevos Galileos, para proclamar al mundo la verdad y debelar estos sórdidos manejos; no los arredran las amenazas de cárcel, la perdida de prebendas académicas, el desprestigio, el manicomio, el ostracismo científico. Son los “Herejes del SIDA”.



En 1991 se fundó el Group for the Scientific Reappraisal of the HIV/AIDS Hypothesis. De sus cuarenta miembros iniciales, pronto creció a mas de doscientos, incluyendo a ganadores del premio Nobel como Kary Mullis y Walter Gilbert.

Este grupo defiende los siguientes postulados:

El HIV puede ser completamente inofensivo.

Las personas con SIDA pueden estar enfermas no por la infección por HIV, sino por otros factores, como alguno o más de los siguientes:

Efectos directos e indirectos del consumo de drogas recreativas.

Exposición inmunológica a proteínas extrañas, como ocurre en los hemofílicos con la terapia con factores de la coagulación y las transfusiones sanguíneas.

Condiciones de vida depauperadas.

Quimioterapia tóxica con fármacos anti HIV, como el AZT y los inhibidores de las proteasas.

Terror psicosomático inspirado por un diagnóstico de seropositividad al HIV.

Dentro de los grupos de riesgo para HIV, las condiciones relacionadas con el SIDA pueden ser comunes aún entre personas que son seronegativas para HIV. Esto indica la necesidad de mirar más allá del HIV para explicar el SIDA, y la necesidad de reconsiderar la definición oficial de SIDA, pues esta limita el diagnóstico a aquellos pacientes con presunta infección por HIV.

Los fármacos prescritos para tratar el HIV pueden ser causa de algunos casos de SIDA.

Muchas personas seropositivas pueden no tener infección activa por HIV, incluyendo muchos pacientes con SIDA.

Contrariamente al mensaje de salud pública que afirma que “todos estamos en riesgo para el HIV y el SIDA”, la vasta mayoría de todos los americanos sexualmente activos no tiene un riesgo significativo.

Las autoridades públicas, médicos, científicos y activistas sociales han aceptado el modelo infeccioso HIV/SIDA sin haberlo escrutado apropiadamente.

Las autoridades públicas, médicos, científicos y activistas sociales han rechazado los modelos alternativos sin haberlos considerado apropiadamente

Pero no todo ha sido concordia y paz dentro del grupo de los heréticos. En 1994 se publicó Why we will never win the war on AIDS, escrito en colaboración por Peter Duesberg y su antiguo protegido Bryan J. Ellison. Este último decidió unilateralmente la publicación del manuscrito en Inside Story Communications (revista que él mismo editaba), sin el consentimiento de Duesberg; por supuesto, las relaciones entre ambos se rompieron al instante. Poco después, Duesberg también corto relaciones con Rethinking AIDS, publicación en la que Ellison colaboraba con John Tabulse. El grupo de Duesberg publica ahora el Reappraising AIDS, editada por Paul Phillpott.

Mientras Reappraising AIDS ha seguido manteniendo, en esencia, los puntos de vista de Duesberg respecto al SIDA , no se puede decir lo mismo de Rethinking AIDS. Esta publicación, mucho más ecléctica, le da un amplísimo despliegue a las opiniones más radicales, en especial a las de aquellos que simplemente niegan que el HIV exista.

La negación de la existencia del Virus de la Inmunodeficiencia Humana indudablemente que le confiere una nueva dimensión al debate; ya no es cuestión de que un virus haya sido considerado erróneamente causa de la enfermedad debido a una mala interpretación de la evidencia epidemiológica, sino que el mismo virus ni siquiera existe, y la casi totalidad de los investigadores del SIDA han estado corriendo tras un espejismo. Y no solo los pertenecientes al “establishment” científico, sino también todos aquellos heréticos que han malgastado miles de palabras intentando justificar las razones por las cuales la infección por el “imaginario” HIV prevalece de tal forma entre los pacientes con SIDA (pero no en la población general sin factores de riesgo).

Esta posición extrema es defendida principalmente por el llamado “grupo de Perth”, conformado por investigadores de esa ciudad del Australia Occidental. A la cabeza de éste se encuentra Eleni Papadopulos-Eleopulos. Rethinking AIDS le ha dado un amplísimo campo a la beligerancia de este grupo, en especial a raíz de la publicación del reto de la revista Continuum, ofreciendo 1000 libras a cualquiera que pudiera probar que el virus efectivamente ha sido aislado . Otro paladín a ultranza de esta postura es el alemán Stefan Lanka. De paso, esta posición es la que ha resultado más del agrado de aquellos que no solo cuestionan la forma en que se ha llevado la investigación sobre el SIDA, sino a la medicina “oficial” en general.

Todo lo que se pueda decir sobre el SIDA ha sido cuestionado y puesto bajo el microscopio del hiperescepticismo por los herejes: su definición, los recuentos de CD4, el SIDA en África, el AZT, los “cócteles” de drogas (“cócteles asesinos”), la PCR, los test diagnósticos, la existencia misma del virus. Muchos de estos cuestionamientos simplemente no se sostienen en pie tras un análisis detallado: o ignoran muchos hechos o los hechos no los respaldan (como por ejemplo, las ideas de Duesberg sobre el SIDA en los hemofílicos). Otros requerirían de un tramado de fantásticas conspiraciones para poder ser verosímiles. Y casi siempre, las “hipótesis” alternativas de la etiología de la enfermedad terminan por ser más complicadas (y peor fundadas) que la “convencional”.

Los test en especial han recibido numerosos ataques, sobre todo acusaciones de poca confiabilidad. Naturalmente, obviando el hecho de que los test de 1985 no son los mismos de 1990 ni tampoco los de 1999 (entre los primeros y los últimos hay nada menos que catorce años de avances tecnológicos). Pero, ¿qué ocurre si el inventor de una de las pruebas expresa de pronto dudas acerca de su validez? Pues también eso ha sucedido.

Uno de los casos más extraños entre los herejes del SIDA es el de Kary Mullis. Frente a casi todo el resto de la humanidad, Kary Mullis tiene una exorbitante ventaja: recibió el Premio Nobel. Y según cierto erróneo consenso, producto de la mala información y de la aceptación indiscriminada de hechos sin base, un Premio Nobel es una especie de oráculo viviente e infalible. Y como tal, sus opiniones son citadas y repetidas una y otra vez. Aquí tenemos una de ellas:

“No hay ningún tubo de HIV en el país que sea puro. Esos son cultivos que contienen algo así como una parte en 100.000 que es HIV. Eso es todo. Eso es lo mejor que han logrado”

Sería interesante que comparara notas con Duesberg respecto a esta observación. Duesberg ha defendido y defiende (como se verá más tarde) que el HIV ha sido cultivado, clonado y secuenciado en muchas oportunidades.

En busca del virus perdido

En diciembre de 1995, la revista Continuum, que actúa como una especie de órgano semioficial de los heréticos más radicales, estableció un premio de 1000 libras esterlinas a “la primera persona que encuentre un artículo científico estableciendo el aislamiento del HIV”, o, en otras palabras que demuestre que el Virus de la Inmunodeficiencia Humana efectivamente existe (la convocatoria del premio comienza con esta provocación “Blind romantics still believe HIV causes AIDS”). Al parecer, los mentores intelectuales de este reto fueron Eleni Papadopulos y su grupo, así como Stefan Lanka (vocero del MuM y del REGIMED). Posteriormente, otras organizaciones han seguido este ejemplo, entre ellas algunas cuyas coincidencias con cualquier forma de pensamiento lógico o racional no han pasado del rango de eventualidad plenamente indeseada, como el grupo español Centro Orientativo de Bio-Regeneración Aplicada (C.O.B.R.A.), que ha promovido nada menos que ocho convocatorias similares desde 1996. Lamentablemente, semejantes “ayudas” no contribuyen precisamente a mejorar la credibilidad de los heréticos

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